Para alguien que se dedica al oficio periodístico, confieso
penosamente mi falta de constancia en el ejercicio de la mecanografía, o de
cualquier tipo de escritura. Últimamente mi menta ha estado más enfocada a
realizar dicha labor con cámara en mano. Cosa que no es necesariamente mala,
pero siempre he creído que cualquier persona, aunque ostente el título de
“reportero visual”, debe dejar el adjetivo como secundario y enfocarse a la
labor que implica el sustantivo.
El proyecto de medios digitales, mismo que abrazo como
vástago, fruto concebido en el rincón más activo de mi mente, finalmente ha
arrancado. Hoy comencé a hacer algunos demos junto con los demás miembros que
integran mi equipo. Un notorio ejemplar de recién graduados de la universidad
local. La dosis necesaria de talento joven, conocimiento académico del medio
(del cual ya no me considero alejado) y ganas de trabajar.
Lo anterior me pone a reflexionar sobre mi actitud cuando me
encontraba en semejante situación. Sobra decir que las circunstancias, y
sobretodo mi actitud eran muy diferentes. No tenía ganas de aprender. Ya lo
había hecho. Recibí todos las condecoraciones de mi grupo, dos títulos de
excelencia, recomendaciones por doquier, una invitación a unirme al cuerpo
diplomático de mi país y la mención honorífica como el número uno de mi
generación. Yo no iba a adueñarme del mundo; ya lo había hecho. Sólo era
cuestión de tiempo para reclamar lo que por derecho me pertenecía. Vaya que
estaba equivocado.
No escribiré el resto de mi biografía, porque francamente me
parece una historia bastante aburrida y común. Hay miles de casos iguales. Al
tipo arrogante le pasan una serie de cosas que hacen que recupere la malograda
humildad. Lo importante al final es el resultado, no el proceso.
El punto de lo anterior es hacer notar lo refrescante que es iniciar un proyecto, sobretodo
cuando todos los miembros del escuadrón tienen habilidades que aportar. Es más
emocionante todavía cuando comienzan a verse los primeros rayos de luz a una
meta planeada e idealizada desde (muchos) meses antes.
Me emociona la perspectiva de ir a trabajar en estos días
que se avecinan. Todo es maravilloso. Los pasos a seguir ya están delineados.
Ahora es sólo cuestión de poner las manos a la obra. Incluso, mi única
preocupación es que quizá todo sea muy ambicioso para un pequeño grupo de 3.
Sin embargo, esa es una preocupación preferible a la de no saber qué hacer.
Pero volviendo al tema principal, la importancia de la
escritura, aún para los reporteros visuales como yo. La razón por la cual
aprendí a hacer videos tan bien desde el principio es por que tengo una leve
noción de cómo contar una historia. Eso es gracias a que escribía desde la
adolescencia. Lo demás son tecnicismos. Pequeños detalles y tips que se aprenden con el paso del tiempo.
Este pequeño escrito el día de hoy cumple dos objetivos. El
primero es clarearme la mente con respecto a la oleada de acontecimientos del
día. El segundo es practicar la escritura. En vista de que el ya satisfice la
primera, quizá sea momento de dejar de escribir. Por hoy.