Amor por la
fotografía
Este fin de semana tuve la oportunidad de aprender de uno de
los mejores fotógrafos de mi país. Jesús Eduardo López ha trabajado para
National Geographic desde hace 25 años, en los cuales ha tenido varias
portadas, para versiones nacionales, no necesariamente la de México, y también
cuando se hacen ediciones mundiales.
Fue una experiencia formidable, que llevó mis habilidades en
fotografía al siguiente nivel. Difícilmente hubiera aprendido todo lo que
obtuve en ese par de días sin antes haber pasado por un extenuante proceso de
prueba y error, además de que el tiempo implicado. Técnicas como la correcta
exposición a la luz, uso de flashes externos y pintar con luz fue algo nuevo.
Además, mayor entendimiento de la composición fotográfica y la añadidura de
LightRoom a mi lista de software son un plus interesante para tenerse.
Aunque no todo lo puedo aplicar a la videografía, las cosas
que sí puedo sin muy valiosas. Las que no, tendrán que relegarse al hobby. Uno
que no me molesta para nada tener. Hasta me sorprende no haber tenido ese
interés antes. En ninguna de las dos cosas, de hecho. ¿Será que pasé mucho
tiempo de mi adolescencia contemplando la pantalla de la TV?
A mi me gusta recordar esa época como aquella en la que leía
y tocaba guitarra. Pero al parecer mi familia no lo recuerda así. Dicen que si
querían verme, estaba siempre frente al monitor. Bueno, por lo menos era
History Channel y no MTV.
Quizá no sea del todo malo. Aún soy lo suficientemente joven
para, con diligencia y disciplina, poder recuperar el tiempo perdido. Además,
quizá soy tan buen videógrafo porque en mi subconsciente entiendo todo lo
referente a “pacing”, encuadre y estructura que debe llevar una producción
multimedia. Otra prueba de “no hay mal que por bien no venga”.
Pensando en ti
Hoy me escribiste un mensaje que me puso a meditar. Me
dijiste que “extrañar a alguien no es sobre cuándo fue la última vez que se
encontraron o cuánto tiene que hablaron, sino sobre hacer cualquier cosa y
desear que esa persona esté a tu lado”. Concuerdo plenamente con tus palabras.
Decirte que eso es exactamente lo que siento y pienso a cada
segundo sería sólo redundar una idea ya muy trabajada. Además, como dice Sant.
2: 26 “la fe sin obras está muerta”. Es por eso que, aunque no pienso dejar de
decírtelo, haré que mis obras tengas más volumen que cualquier cosa que salga
de mi boca.
Como sabes, mi plan es mudarme hasta el año que viene. Pero
para eso aún faltan mínimo 8 meses, son contar que probablemente ese cambio no
sucederá el 1 de enero de 2014. Entonces. ¿qué puedo hacer desde aquí? Es ahí
donde está el problema, pues muchas veces no tengo ni la menor idea…
¡Se aceptan sugerencias! Quizás sea buena idea volver a
crear algún especie de proyecto conjunto, pero tengo que dejar madurar esa
idea.
Sobre música y comida
El otro día que me encontraba cocinado, o “ensuciado la
estufa”, como dice mi madre, me percaté que durante todo el proceso estuve
pensando en música. Cierto, ya había detectado que eso suele pasar en toda mis
demás actividades. Pero lo que llamó mi atención fueron las canciones, puesto
que jamás las había escuchado.
Generalmente pienso en rolas que conozco. En el campo es
normal que traiga en la cabeza la misma canción que estaba oyendo de camino
allá. En este momento estoy atento a lo que reproducen las bocinas de mi lap.
Sin embargo, cuando cocino mi cerebro crean nuevas canciones.
Esto es un descubrimiento verdaderamente emocionante. ¿Será
que por fin he encontrado el gatillo que activa mis dotes de compositor? De ser
así, he dado fin a una búsqueda de por lo menos 19 años.
Aún no encuentro ninguna relación de por qué esto sucede.
Será que al cocinar y sólo seguir instrucciones, mi cerebro quiere inyectarle
ese elemento personalizado, y como todavía no tengo el nivel de reemplazar
ingredientes por otros, entonces le agrega algo que está casi al mismo nivel de
pasión. Digo casi porque la música es más.
Esto es algo que vale la pena investigar. Voy a hacerme unos
huevos rancheros a ver que pasa.