Una confesión debe ser hecha. Una en la cual deje al descubierto
mi verdadero yo. Con lo anterior me arriesgo a agrietar una máscara que me ha
protegido desde mi pre-adolescencia; y vaya que con los años le he adquirido
inmensa estima y aprecio.
Las inseguridades son algo que aquejan a cualquier ser humano.
Incluso Jesús llegó a decir en sus últimos momentos “remueve de mi esta copa”,
siendo él un ejemplar perfecto. Así que suponer que soy diferente es absurdo,
llegando al extremo del ridículo.
Sin embargo, aún dicho lo anterior, quizás en el fondo soy más
vulnerable que muchas personas a ello. En este momento preciso, durante en cual
mis dedos se deslizan rápidamente sobre el teclado, mi mente no está al 100%
sobre el texto que escribo. Una parte de mi sigue pendiente del asunto que me
perturba.
Esta es mi confesión para ti, mi querida amiga que lees estas
líneas (sabes bien quién eres). Aunque a veces te digo que todo es simple,
pues, en efecto lo es, a mi también, muy de vez en cuando, me afectan mis
propias inseguridades y miedos.
Lee lo que tengo que decirte, pues esto jamás lo admitiría por la
vía oral. En este momento lo que me aqueja es mi relación de amor y odio con el
mercado de divisas.
He operado el Forex desde hace ya casi un par de años, en los
cuales he tenido un éxito moderado y errores garrafales. Creo que es normal. Se
dice que se necesitan dos años para aprender a hacerlo correctamente. El
problema es que en unos meses llegaré a esa marca y mis mejoras han sido
mínimas. De hecho, desde hace dos semanas estoy en una racha perdedora.
Si esto fuera únicamente una fuente de ingreso adicional, cosa que
de momento es, no me preocuparía demasiado. El problema es que dentro de menos
de 6 meses se convertirá en la principal. No sé si estaré preparado. Confío en
que mejoraré, además de que en enero tomaré un curso que en teoría asegurará
que así sea. Pero de nuevo, las inseguridades se hacen patentes.
Es fastidioso ver como uno o dos detalles irrelevantes nublan la
percepción de bienestar de la vida. Ayer mismo comentaba animadamente de lo
bien que está mi vida en general en este momento. Pero siempre hay un par de
cosas que destruyen esa percepción.
Creo que mi máscara, al usarla tanto tiempo, se ha vuelta tan
integral en mi personalidad, que legítimamente hay momentos en los que esto no
me preocupa. Pero hay otros donde es lo contrario. Ojalá tuviera la fórmula de
que funcionara.
¿Pero qué coño estoy escribiendo? Lo anterior parece escrito por
un marica en temporada de helado. Por supuesto que la conozco. Tan invocada por
mis paisanos en todo momento. Está justo en frente de mis narices. Es
simplemente mandar todo a ¡CHING*R A SU MADRE!
Si el forex no funciona, lo seguiré operando hasta que it becomes my bitch. Si estoy hecho un marrano, pues
para eso ya pagué los siguientes tres meses de gimnasio. Si de momento el
proyecto del periódico va bajando el ritmo, entonces cortaré la cabeza que no
funciona y traeré a alguien más. Muy sencillo.
Debería ser meritorio de pena capital, o por lo menos de cadena
perpetua, dejar que nimiedades arruinen días perfectos de lluvia como este. A
los culpables los pondrían en cárceles, asignados a celdas entre asesinos y
pederastas. Y si les da la bienvenida un comité conformado por 17 negros sedientos
de acción, eso sería aún mejor.
Así es como lo hacía mi viejo, como yo lo he hecho hasta ahora, y
ha funcionado bastante bien. Ojalá pudiera partirme en dos para que mi otro
lado me metiera una golpiza épica y se me quitara lo joto. Pero en fin. Creo
que he terminado de lloriquear. Este ha sido un excelente calentamiento. Ha
llegado el momento de trabajar. Ahora manos a la obra.